miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡ Nos fuimos de copas!

¡No seáis mal pensadooooos!. Al hablar de copas, no me refiero a excesos etílicos del personal, sino de la costosa subida al monte Copa de Montanejos.
No era la primera salida de la temporada, pero como si lo fuera. Saludos, besos, abrazos, parabienes y explicaciones de los viajes veraniegos. Llegados a Montanejos, la recaraba. Tardamos 12 minutos, ¡ si 12! en encontrar un miserable puesto de aparcamiento, casi a las afueras del pueblo. Bueno, debidamente instalado el coche, decidimos subir al monte Copa y después hacer la ruta de los Estrechos.¡ Vale!. Anda que te andarás, sube que te subirás y ¡ para arriba!. El esfuerzo fue pasando factura a algunos espíritus adocenados por la molicie estival y crucera. Además, el tal monte es de los que cuando te piensas que ya has llegado, descubres con estupor que todavía queda otro y así sucesivamente. Casi como las Ninotchas rusas esas.

Por fin hicimos cima y lo celebramos...¡ almorzando, faltaría más!. La bajada, igualmente larga, pero mucho más cómoda, nos dejó en el Gr.7 que fuimos siguiendo hasta el río. Decidimos seguir el plan y ya más relajados nos acercamos a ver los cortados de los Estrechos, ¡ Impresionantes!. Para arreglarlo, a lo largo de la mañana, nos fueron servidas unas raciones de lluvia fina que nos refrescaron la mar de bien. El preceptivo bañito de pies en las aguas termales supuso el final de una muy agradable mañana de senderismo.
Ya sabéis de mi afición a obsequiaros con poesías que encuentro por ahí. Aquí teneis una sobre el agua de Juan Ramón Jiménez:

Quisiera que mi vida
se cayera en la muerte,
como este chorro alto de agua bella
en el agua tendida matinal;
ondulado, brillante, sensual, alegre,
con todo el mundo diluido en él,
en gracia nítida y feliz.


Prometemos volver a la zona, pues nos quedaron ganas de hacer otras rutas que fuimos viendo fugazmente sobre la marcha.

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