miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡ Ultreia e suseia ! : Valencia a Benifaió

Al empezar a andar junto al antiguo hospital de peregrinos, una frase me venía al pensamiento: ¡ Ultreia !
Es una palabra antigua, que seguramente veas más de una vez a lo largo del Camino. Viene del latín, y son dos palabras juntas: "ultra" y "eia".
Ultra significa más, y eia significa allá. Su significado fue y sigue siendo a la vez saludo entre peregrinos y a modo de dar ánimos.
Esta palabra sale del Codex Calixtinus, de una canción en latín del siglo XII. Hay una frase que dice "e Ultreia, e suseia, deus adjuvanos".
Otros dicen que antes se decía "ultreia, suseia, Santiago", como diciendo "ánimo, que más allá, más arriba está Santiago".
Pero volvamos a la crónica:
Rememorando a D. Quijote… La del alba sería cuando Vicente y el que suscribe, pletóricos por empezar a recorrer el camino, pasaron frente a la iglesia de La Torre. Todavía de noche, dimos comienzo a la etapa, saliendo del antiguo hospital de peregrinos de San Vicente de la Roqueta y pasando junto a la Cruz Cubierta, abandonamos el término de Valencia y seguimos el Camino Real adelante.
Sedaví, Alfafar, Massanassa , Benetússer. Sin solución de continuidad, fuimos “abriendo calles”. El ser día festivo hizo que apenas hubiera tráfico, cosa que agradecimos, y que cuando menos nos diéramos cuenta, ya estuviéramos en Catarroja. Primera sorpresa: junto a la calzada descubrimos un “leguario” con la leyenda “A Madrid 66 leguas” ( rápido cálculo mental: 66 x 5 kms más o menos = 330 kms ).
A pocos pasos, la Casa Palacio de Vivanco. Antiguo edificio de mediados del sw. XVIII, que conjuga en la fachada principal el estilo neoclásico con elementos ornamentales del Barroco tardío. Su construcción tenía como finalidad la comercialización agrícola y sedera, especialmente aceite y vino, y estaba adaptada para estas funciones. Se trata de un exponente de la burguesía comercial fuertemente influida por las costumbres nobiliarias.
La razón de no llevar el “auténtico “camino” hasta esta población, fue motivada porque no queríamos ir caminando por andurriales y junto a la siempre concurrida vía férrea.
Cuando llegamos al barranco de Catarroja, antes de atravesar el puente de piedra de S. XVIII ( cualquiera lo diría, con su barandilla de aluminio ) entramos en la arte antigua del pueblo y nada más llegar a la iglesia de San Miguel encontramos las flechas amarillas que nos acompañarían durante toda la jornada.
Nos llamó la atención el “novedoso” sistema de marketing de los labradores locales. Un bolsita con dos naranjas colgada la puerta de la casa. El mensaje, perfectamente descifrable por el personal.Pasamos junto al motor del Camí Vell d´Albal y nos adentramos en un inmenso polígono industrial que sin despistes gracias a las señales, atravesamos en dirección a Silla. Nada más entrar en la población, nos permitimos un suculento almuerzo en la cafetería Mel ( que recomendamos encarecidamente. A destacar la amabilidad de los dueños ).
Repuestas las fuerzas, visitamos la torre árabe, cariñosamente envuelta por el actual ayuntamiento. Unos guardias muy amables, nos permitieron la entrada y pudimos visitarla exteriormente y hacer fotografías. La plaza con su iglesia de Nª Sª de Los Angeles y el “Palau” adosada a la misma, forman un conjunto muy aparente.
Anda que te andarás nos llegamos a un paso elevado sobre la vía del tren y pudimos disfrutar del grandioso panorama de la Albufera, la Devesa del Saler y los inmensos naranjales. Al poco rato distinguimos unos artefactos un tanto peculiares. Se trataba de una exposición de torres eólicas, un tanto “cutres”.
Las obras del AVE han eliminado las señales y el trazado marcado del camino, lo que nos obligó a dar inmensas vueltas y revueltas hasta conseguir dar con la seguida de la Acequia Real del Júcar. La Acequia Real del río Júcar tiene al menos 700 años de existencia, su paternidad aun la discuten los historiadores (para uno es árabe y para otros romana), lo que se registra es que en el siglo XIII Jaime I El Conquistador la pone en funcionamiento como estrategia para establecer poblaciones después de la expulsión de los moros . La longitud de la acequia, en un primer momento, comprendió desde Antella hasta Alzira, tramo conocido como primera sección; mas tarde en el siglo XVIII, el Duque de Híjar, señor de Sollana realizó una ampliación importante, extendiéndola hasta Albal, ya muy cerca de la ciudad de Valencia, tal como está actualmente.
Llegados al polígono industrial, aledaño a la Ford, perdimos las señales y en penosa penitencia, tuvimos que ir bordeando fábricas y más fábricas, hasta llegar a Almussafes.
Llegamos a la torre árabe del Racef.
La torre formaba parte del originario caserío musulmán constituido por un grupo de alquerías. Fue construida entre los siglos IX y XII con el sistema del tapial, el habitual en estas edificaciones islámicas. Su construcción es la típica de las torres vigías de la zona, aunque con mayor envergadura. Está perfectamente restaurada. A estas alturas de la marcha, con más de 23 kms a las espaldas, nos fuimos acercando a Benifaió. Un larguísimo recorrido urbano, nos llevó junto al espectáculo más kitsch de la jornada. A la vista una hermosa torre árabe: la Torre de la Plaça. Magnífico ejemplar que se conserva de las llamadas torres de espera y defensa de la época árabe. Su construcción se podría remontar al periodo almohade (siglos XI al XIII). Formaría parte del cinturón defensivo de la ciudad de Valencia, junto a las torres de Espioca, Silla, Almussafes, Mussa, etc.., y sería también usada para refugio de los habitantes de las alquerías de los alrededores. También ha tenido usos como granero y cárcel. Pues bien, junto a este hermoso monumento, el edificio más horrible que pueda imaginarse. Un armatoste de hierro y cristal envolvía de manera absurda a la torre como si quisiera ahogarla. Lo difícil fue hacer una foto que evitara mostrar semejante engendro.

La llegada a la estación significó el final de esta primera etapa. A los 22.8 kms previstos, habrá que añadir unos cuantos más por las vueltas, desvíos y pérdidas. Cansados, pero satisfechos llegamos a Valencia tardando apenas 18 minutos, en hacer lo que nos había costado un total de siete horas andando..

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